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viernes, mayo 26, 2006

La tercera

Hay algunos escritores que describen el primer trago de cerveza como uno de sus placeres cotidianos. Pues bien, discrepo. El primer sorbo es frío, punzante, hostil y "carraspero", como si un estropajo recién salido de la nevera se deslizara garganta abajo. Y da igual que se tome bajo el sol de verano o rodeado de tres palmos de nieve. Hablo desde la experiencia: casi treinta años escurriendo jarras en los bares, calles y plazas de media España me dan cierta autoridad. Puede que los escritores de arriba sean de beber una sola caña y no hayan podido disfrutar todavía del placer fronterizo del culillo de la tercera. En ese instante mágico, el compañero o compañera de turno dirá: "bueno qué" y se armó el lío. No ocurre en la primera, ni en la segunda; es exactamente al final de la tercera cuando debemos elegir entre una retirada honrosa y serena o regresar a casa, varias horas después, con una amplia sonrisa y una cháchara incesante sobre el último tema, que se ha presentado sin avisar justo cuando el camarero nos da el cambio del billete de veinte y se oculta tras la barra temeroso de que le pidamos otra ronda. Siempre que puedo, escojo saltar la barrera y coger el vidrio por los cuernos, valga el símil taurino. Bueno, lo dicho, salud y a por la cuarta.